Después de una inagotable jornada cultural por las calles, plazas, museos y centros culturales de Madrid, desde el sur al norte y vuelta al sur, desde los confines del clasicismo hasta las expresiones más vanguardistas, pasando por nombres propios como Blake, Holbein, Bacon, Hockney, tenemos como factor común la nacionalidad de estos personajes históricos, ya sean, pintores, escultores y escritores, amalgamando todas estas cualidades en una sola persona o bien, sólo una de estas destrezas, siendo todos ellos admirables.
Aunque de todas las pinturas, bocetos, libros, anotaciones, esculturas, fotografías y demás recursos artísticos y documentales visualizados, algunos con más detenimiento que otras debo reconocer, el que me causó mayor impacto por uno de sus comentarios, realizados a finales del siglo XIX, que bien podrían haber sido pronunciados a principios del s. XXI, fueron de la mano (o boca) del señor George Frederick Watts (autorretrato a la izquierda), compatriota de los anteriormente mencionados artistas, y coetáneo de algunos de ellos, británicos todos…
“La prosperidad material se ha convertido en nuestro auténtico dios,
pero nos sorprende descubrir que el culto a esta deidad visible
no nos hace felices”
La obra en cuestión, al lado de la que rezaba tan atemporal y cierta reflexión, es la denominada Mammon (1885) en la cual un orondo y despótico tirano, somete a dos jóvenes a sus designios, una joven que sujeta con la mano, sumisa y temerosa, mientras en su regazo sostiene amablemente sus riquezas en repletas bolsas, y un joven, al que aprisiona con un pie, exhausto e impotente…¿la sociedad actual hecha cuadro?
Otra obra interesante, que también pude ver, y que podemos decir, completa la obra anterior es la llamada Esperanza (1886). En la cual, podemos apreciar a una joven, con los ojos vendados y sujetos a un arpa, sobre un globo en la inmensidad absoluta. Este arpa, tiene las cuerdas rotas, todas menos una. La mujer, aferrada a ese arpa en mitad de la nada, escucha atentamente el pulso de la única cuerda que puede tocar.
La esperanza, dicen, es lo último que se pierde, y ésta, aún perdida, confía en sí misma. Aguzemos bien el oído, quizás escuchemos su tañido.