…ventitrés, veinti-cuatro, vein-ti….cin-co… uffff calor. Estoy sudando. Inspiro, expiro…y me quedo delante del cuadro, perdiéndome en la pequeña línea de horizonte dibujada en él. Bien podría ser mar, pero es el cielo de mi ciudad, de mi barrio. Me olvido que estoy cansado, y me adentro en esa calle. Paseo, voy, vengo, escudriño hasta el más mínimo detalle, pero no avanzo, estoy atrapado en una única calle, donde una señal de prohibido domina la instancia. No puedo llegar a ese horizonte, de momento, no se me permite pasar. ¿Qué tal si probamos a irnos de esa calle? Me desplazo. Cambio el punto de vista. La señal prohibitoria se difumina, ya no capta mi atención. He llegado al final de la calle. Me marcho de allí. Probaré por otras calles, por otros lugares, por otros sitios…pero yo, llegaré hasta ese horizonte. Lo anhelo. Y ya conozco el camino.
Uno, dos, tres, cuatro….