Principios de año. Los días apacibles parecen escasear, la gente se aferra a comer en la terraza, a pesar de levantarse un ligero aire. Si hubiese un hueco…aquí, allí, hmmmm, “¿Probamos este? vine hace tiempo con amigos”. “Vale!” -responde mi amiga-. Pecamos de comer con los ojos, y forzamos el apetito. No vale arrepentirse, está todo riquísimo. Una mesa pequeña, pegada a la pared, y tostas por todas partes iluminadas tenuemente por una antigua lámpara…ese cable…cuánto llevará ahí? El peso del polvo le cubre, mastico…la textura de la pared…trago…ciertamente estoy agusto, me gusta este sitio. Volveré.