Katayama Takuto nos ofrece un delicioso cortometraje, minimalista y surrealista a partes iguales, que te envuelve y te retiene la mirada…te la atrapa, te la hace rehén de sus particulares miradas al cuerpo humano. Kikuchi Ryouta y su música, es cooperador necesario en esta captación de nuestra atención.
Hipnosis visual a tu psique, que podría reproducir en bucle eterno las conjeturas acerca de los multiples y diferentes egos que conforman la esencia de cada uno, y que, en más de una ocasión, chocan de pleno, en efecto dominó, con otro yo, de otra persona, que debatiéndose en su misma persona, nos ofrece una cara, que nos desconcierta, nos enoja, y nos enajena.
Nosotros, a veces ajenos a nosotros mismos, nos desconocemos en la medida en la que sin saber quiénes somos en esencia, nos cuestionamos acerca de dicho asunto. Nos preocupamos por respuestas a preguntas que ni siquiera somos capaces de formular. Nos aturullamos con las preguntas más sencillas, a priori, que podrían formularnos. Nos bloqueamos con el sentido común, lo lógico, lo deducible del conjunto de acontecimientos, y optamos por la vía surrealista y apartada de toda lógica que nos brinda nuestro creativo cerebro, el cual se desentiende de lo consciente, y busca en lo irreflexivo y en lo absurdo, su mejor opción.
Señor Takuto…sus imágenes han provocado en mí este torrente de pensamientos, ajeno a mí, convirtióse en circunstancia, y despertó otro “yo”…otro más.
La mirada profunda desde la visceralidad de nuestras emociones se contrapone a la sesuda deliberación del frío, calculador y reflexivo consciente.
Yo soy yo y mis circunstancias, decía el excelentísimo Don José Ortega y Gasset…mas, si las circunstancias nos conducen a multiplicar nuestra capacidad de ser un determinado “yo” en una situación concreta, que al final, se reúnen todos bajo el mismo paraguas del ser que somos cada uno…cuántos “yo” soy Yo ¡?
Y tú!?